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Estilo artístico que afectó a la arquitectura, a la escultura y a la pintura y se difundió por Europa desde el siglo XI al XIII. El nombre se le aplicó posteriormente en una referencia a semejanzas con el arte de Roma.
El primer románico tuvo expresiones como la de S. Ambrosio de Milán en el IX y San Pedro de Wimpfen, terminado el 988, Santa María de Ripoll. Los gruesos muros, el arco de medio punto, la bóveda de cañón seccionada por arcos fajones, la sobria y serena ornamentación en claustros y capiteles de los templos, hizo a la arquitectura románica ideal para los monasterios posteriores a la reforma de Cluny, cuyo espíritu orientaba a los hombre a vivir mirando a la tierra, a practicas la penitencia, o temer el juicio del cielo, esperando en la misericordia de Cristo.
Desde el siglo XI las rutas de las peregrinaciones, de modo especial el Camino de Santiago, llenó Europa de templos, ermitas, hospitales de peregrinos, catedrales y monasterios.
La escultura, entendida como complemento de la arquitectura, y la pintura, valorada como lenguaje de educación del pueblo analfabeto, se inspiraron en similares concepciones: serenidad, narración hagiográfica, dimensión evangélica. Por eso abundaron los bajorrelieves, las piezas funerarias, los frescos en las bóvedas, las tablas ornamentales.
Y en los monasterios se multiplicaron las miniaturas en los códices de los copistas y las insinuaciones doctrinales en los ornamentos religiosos, en los tapices decorativos y en los objetos litúrgicos y de piedad popular. La figura central de Cristo y de los Apóstoles absorbió la mente de los artistas.
El arte románico fue eminentemente catequístico, instructivo y sugestivo, educador para los monjes, pero sobre todo iluminador para el pueblo que frecuentaba los monasterios, las catedrales, los santuarios y aprendía en sus paredes pintadas o esculpidas los hechos evangélicos o los beneficios de los santos invocados.
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